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La Cuaresma es el tiempo de preparación para la celebración de la Pascua. Durante 40 días, los cristianos estamos llamados a revisar la propia vida a la luz de la Palabra y a pedir a Dios que nos convierta más hacia Él y que nos haga más libres de todo lo que nos separa de su voluntad. Así como Jesús muestra su condición de hijo de Dios venciendo al tentador en el desierto, nosotros, movidos por su Espíritu, estamos llamados a caminar hacia el Padre por el servicio a los hermanos.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Amén.
Salmo 50
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Dialoga con Dios, alábalo y pide que su Espíritu obre en nuestras vidas. Reflexiona en comunidad sobre las Escrituras. Asiste más a la Eucaristía. Participa en una jornada o retiro.
Realiza diversas actividades cotidianas que impliquen un acto consciente de desprendimiento y que promuevan el autocontrol, como privaciones, ayunos y abstinencias. La finalidad es alcanzar mayor docilidad para seguir la voluntad de Dios.
Participa en obras de caridad y actos de servicio para ayudar a los más necesitados, dando tu tiempo, tus talentos y tus bienes.
