El Padre Serapio Rivero Nicolás, OSA, llegó a Chosica en 1943 y dedicó casi 60 años de su vida al servicio de la comunidad. Profesor del Colegio Santa Rosa, guía espiritual de la Legión de María y acompañante cercano de familias y jóvenes, enseñó que la santidad se construye en lo cotidiano: escuchar, servir y amar.
«Yo fui diagnosticada con cáncer en grado 3 en el 2019, yo ahí me encomendé mucho con él, oraba mucho y estoy casi 3 años ya libre de esta enfermedad. Yo creo que soy una de los testimonios.»
“Para él, el sacerdocio era un regalo de Dios, tengo un recuerdo bonito de la ceremonia de la primera comunión el 19.09.1993, me impactó su testimonio y me cuestionó la vocación sacerdotal.»
«Si era posible se quedaba sin nada para dar a los pobres y se acordaba los nombres de todos los viejitos, tenía un celo especial por atender a los enfermos y les facilitaba los sacramentos.»
Un hombre de fe inquebrantable, que confiaba plenamente en Dios y repetía con convicción: “Dios provee” y “oren siempre”
Un devoto de la Virgen María, que la amaba profundamente y que encontraba la fuente de su fuerza espiritual en la Eucarístia.
Un corazón generoso,
siempre atento a los pobres y necesitados, compartiendo incluso lo poco que tenía.
Un pastor incansable,
que dedicaba largas horas a confesar, evangelizar y acompañar espiritualmente a su comunidad.
Un agustino fiel al carisma,
que vivía la fraternidad y el servicio con amor, sencillez y una profunda vocación de comunión.
BLOG
El P. Agustín, quien conoció de cerca al P. Riverito y ha acompañado de manera constante su causa de canonización, comparte en este espacio algunas reflexiones sobre su vida, su ejemplo de fe y su legado espiritual.
Sus palabras nos ayudan a comprender mejor quién fue el P. Riverito y por qué su testimonio sigue inspirando.
La Iglesia reconoce en los santos la obra de Dios en quienes vivieron el Evangelio con fidelidad. Este es el camino que recorre el Padre Riverito, reconocido como Siervo de Dios, dentro del proceso de canonización.
Ver más
Ver más
Ver más
Ver más
¡Oh, Señor Dios mío! Tú has prometido ensalzar a los humildes de corazón y a aquellos que enseñaron a los hombres la justicia, la paz y el amor, brillar como estrellas en el cielo, dígnate glorificar a tu hijo Serapio, haciendo que su nombre resplandezca entre los de tus santos y escogidos.
Multiplica, Señor, tus gracias en favor de los que las pidan por su mediación, haciéndote presentes la fe, el amor, la humildad y la fortaleza con que él te confesó en la vida; y concédenos que pronto veamos a la Iglesia, nuestra Madre, honrar su memoria, ofreciéndonos en tu servidor, P. Riverito un nuevo modelo a imitar.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.
Para ser Siervo de Dios, la Congregación para las Causa de los Santos examina y publica el informe Decreto Nihil Obstad, con lo cual nada impide el inicio del proceso de beatificación y canonización del Siervo de Dios.
Para ser Venerable se examinan los documentos de los testimonios de personas que conocieron al Siervo de Dios, escritos y virtudes y son estudiados por la Congregación para la causa de los Santos, quién los aprueba y reconoce en él virtudes heroicas, denominándolo así Venerable.
Para ser Beato se requiere que por la intercesión del Venerable se haya realizado un milagro y su posterior verificación por Cardenales, Obispos, Teólogos y Médicos. Si la persona es posible mártir no es necesario el milagro.
Para ser Santo se requiere que por la intercesión del Beato se haya realizado otro milagro y su posterior verificación por Cardenales, Obispos, Teólogos y Médicos. Si la persona es posible mártir solo necesita un milagro durante todo el proceso.
El nombre de la persona se inscribe en el Libro de los Santos de la Iglesia y se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica.
Participa en obras de caridad y actos de servicio para ayudar a los más necesitados, dando tu tiempo, tus talentos y tus bienes.
Realiza diversas actividades cotidianas que impliquen un acto consciente de desprendimiento y que promuevan el autocontrol, como privaciones, ayunos y abstinencias. La finalidad es alcanzar mayor docilidad para seguir la voluntad de Dios.
Dialoga con Dios, alábalo y pide que su Espíritu obre en nuestras vidas. Reflexiona en comunidad sobre las Escrituras. Asiste más a la Eucaristía. Participa en una jornada o retiro.