Este texto trata sobre la vida del mártir Tomás de San Agustín Kintsuba, sacerdote agustino, quien sufrió martirio de la horca y fosa por ser padre cristiano, quien murió el 6 de noviembre de 1637, su cuerpo fue cremado y sus cenizas arrojadas al mar para que no fueran objeto de culto. Sin embargo, su recuerdo permaneció vivo entre los cristianos y su nombre está vinculado a algunos de los lugares donde él se escondía para hacer su apostolado.