Esta es la particular perspectiva desde la que san Agustín interpreta el designio salvífico de Dios: Conducir a la unidad, por medio de la misión del Hijo en el mundo y del don del Espíritu Santo, a los hombres divididos por el pecado. A través de todo el texto se destaca la insistencia de San Agustín en la necesidad de la oración, esto como fruto de su personal concepción de la vida cristiana que tiene como centro al Espíritu Santo, que habita en el creyente. La monografía se distribuye en tres bloques temáticos: el primero, de fundamentos antropológicos y teológicos, aborda el misterio del Cuerpo Místico (en la línea de la Lumen gentium, n. 1) y responde directamente al título principal del libro; el segundo describe la vida nueva en Cristo bajo el esquema de las tres virtudes teologales; el tercero traza un posible itinerario del cristiano hacia la santidad, articulando en orden ascendente las Bienaventuranzas con los dones del Espíritu Santo enlazados con ellas en orden descendente. Estas páginas ofrecen la doctrina agustiniana a cuantos deseen extraer de la rica espiritualidad del genio africano una inspiración para la propia vida.
