¿Dónde está la psicóloga?
Son casi las ocho de la mañana y Julieta aún no ingresa al salón. Entre sollozos sigue expresando su temor a no volver a ver a su papá porque ayer discutió con su mamá y se fue de la casa.
Es ya el recreo de primaria y Paolo, sigue teniendo dificultades para manejar su enojo y eso está haciendo que sus compañeros lo aíslen y ya no quieran jugar con él porque se “piconea” muy rápido.
Tocó el timbre para el recreo de secundaria y Flavia, aunque está en el segundo mes de terapia, todavía se siente inquieta porque teme engordar con el refrigerio que le están enviando sus papás.
Se fue la última movilidad, se cerraron las puertas y Carmen necesita ayuda porque en su salón llegó el amor y así como hay varias “parejitas”, hay incontables mensajes de papás pidiendo que como tutora “supervise” dichos enamoramientos.
Situaciones como estás son el “pan de cada día” en las escuelas estatales, privadas, laicas o agustinas y para resolverlas, una pieza clave es la presencia de psicólogos en la institución que participen en el día a día con los estudiantes.
Para el año 2020, aún el 80% de escuelas a lo largo del país no contaban con un psicólogo dentro de su equipo y lamentablemente, las cifras no han mejorado aún después de la pandemia, mientras que las necesidades de los estudiantes a nivel socioemocional van en incremento.
Ser psicólogo dentro de una escuela, abarca el acompañar a los estudiantes dentro del proceso de enseñanza aprendizaje, fomentar la educación emocional desde diferentes iniciativas, contener y acompañar a los padres de familia en el difícil proceso de criar a sus hijos así como proveer de herramientas a todos los docentes para ejercer la orientación educativa.
Ser psicólogo en una escuela, significa contener a Julieta, validar el temor que siente y recordar el amor incondicional de su papá. Seguramente, citar a ambos padres y orientarlos para manejar de mejor manera sus conflictos.
Ser psicólogo en una escuela, es trabajar una y otra vez con Paolo para que utilice estrategias conductuales y cognitivas que le permitan gestionar mejor sus emociones e insistir con sus papás para que en casa brinden un entorno de validación emocional.
Es también, anticiparse al recreo y estar cerca al aula de Flavia para observa que su lonchera no “caiga” al tacho de basura, escucharla si la ansiedad sube y tener reuniones con el especialista que la está atendiendo de manera externa.
Antes de acabar el día, es orientar a Carmen sobre el “enamoramiento adolescente” y cómo desde su tutoría puede trabajar con sus estudiantes para que vivencien relaciones saludables aún en un contexto social que los invita a ser #latóxica o #éltóxico.
Ser psicólogo dentro de una escuela no es sencillo, pero hay personas que sienten el llamado de dedicarse a ello día a día, que creen al igual que los docentes en el poder de la educación y que siguen confiando en que es posible formar niños y jóvenes capaces de conformar familias unidas en el amor y transformar el mundo en un lugar mejor.